Profesionalizar la docencia
Con el objetivo de fortalecer la Estrategia Nacional de Formación Continua de Docentes, una de las siete prioridades en la instrumentación de la Reforma Educativa, hace unos días el subsecretario de Educación Básica, encabezó la Reunión Nacional con autoridades responsables de Formación Continua en las entidades federativas, en las que se estableció que el programa de formación se diseñó con base en la evaluación del desempeño y en los perfiles, parámetros e indicadores que definen los instrumentos de la evaluación anunciados por el INEE.
En dicha reunión se anunció que “Los docentes deberán diseñar un plan de formación continua a cuatro años, con cursos, especializaciones, diplomados, incluso maestrías, que sean revisables anualmente y que terminen en un proyecto de aplicación en el aula. Cada programa de formación va a tener un sistema de evaluación de su calidad y efectividad. El aprendizaje no termina en una computadora, continúa en la escuela”
Interesante la propuesta aunque pone de manifiesto el grado de autonomía y toma de decisión del docente sobre su profesionalización, ante dicha disyuntiva surgen algunas preguntas ¿A partir de qué parámetros el docente puede diseñar su plan de formación? ¿Todos los cursos atienden la necesidad de capacitación y profesionalización del docente? ¿Cuáles son los estándares de calidad y efectividad con lo que se capacitará o formará al docente? Es necesario reconocer que el sentido de la profesionalización no puede dimensionarse a partir del catálogo de trajes a la medida, el ejercicio de la docencia es por ende una tarea trascendental social, es un acto de enseñanza compartida donde el aprender a enseñar y enseñar para aprender está determinado por el contexto.
La docencia es una acción privilegiada, que implica el profesionalismo y no solo la responsabilidad de capacitarse. Capacitar al docente a partir de la información es posicionarlo en el limbo, bajo la idea de que aquello que debe ser; es necesario reorientar los marcos de referencia con la intención de capacitar, para transformar intelectualmente el quehacer de la docencia a partir de un acto reflexivo de aquello qué se dice, se hace y para qué se hace.
No se trata de perfeccionar la docencia a partir de conocimientos, simplemente hay que desarrollar hábitos intelectuales orientados a la generación del conocimiento, a la exposición y elaboración de documentos diversos que den cuenta del quehacer de la docencia.